Artefactos como youtube permiten contabilizar, al menos en forma parcial,
el interés por una temática, una canción o un discurso. Las intervenciones de
los oradores de las convenciones de los dos partidos políticos nacionales de
los EEUU están disponibles en youtube, cargadas por las propias organizaciones
y aparatos de difusión. La cantidad visitas a los distintos discursos parecen
ir en paralelo con la cohesión interna de cada partido, el carisma de los
candidatos y los argumentos elegidos como caballos de batalla.
Ya hemos sabido que el discurso de Romney fue precedido por una bizarra
pero no por eso más cómica intervención de Clint Eastwood ( http://www.youtube.com/watch?v=yoqKdWY692k ),
generando críticas en el partido porque esto habría restado brillo al
candidato. Esto fue rigurosamente cierto. El poco ocurrente diálogo con un
Obama ausente ha tenido ya más de dos millones de visitas, nueve veces más que
el cierre, a cargo del propio Romney. Pero el mérito no puede atribuirse sólo a
Eastwood. Marco Rubio, que habló inmediatamente antes, acreedor del podio por
ser Hispano, demostró que más lo merecía por elocuencia, y el discurso de la
misma Ann Romney, circunscripto a un lenguaje emotivo sin connotaciones de policy, ha recibido más visitas que el
de su esposo. Podría decirse entonces que el poco lucimiento de Romney entonces
estuvo a cargo de todo su partido.
Bill Clinton intervino en una de las primeras jornadas de la convención demócrata,
logrando absorber la atención con un discurso de más de cuarenta minutos (http://www.youtube.com/watch?v=i5knEXDsrL4 ),
y que junto al State of the Union Speech de
este año ( http://www.youtube.com/watch?v=6Tlp9Gx4lfo )
trazan un diagnóstico accesible de la escena política estadounidense. La
intervención del ex-presidente ya se acerca a las seis millones de visitas. Me
expongo por hacer esta recomendación doblemente demócrata para resumir un
panorama general. Podría agregar la actuación de Newt Gingrich en el debate de
noviembre del año pasado, pero eso exigiría el lector filtrar muchas
afirmaciones, bastante menos acertadas, de los otros pre-candidatos. La
imposibilidad de recomendar uno o dos discursos republicanos prueba el problema
de este partido para establecer un alineamiento interno. Sin esto es imposible
transmitir capacidad de gobierno a una sociedad.
Sean válidas o no sus consignas fuera de su país de origen, el Tea Party ha sido una manifestación de que
existe una parte de la sociedad estadounidense no representada adecuadamente.
El fenómeno ha sido complejo, pero me atrevo a sintetizarlo: lejos de
constituir una manifestación de tipo partidario, se relaciona con una
característica sociológica, el sentido individual, y su relación con la
intervención de las estructuras de gobierno en la vida pública. Estando fuera
del gobierno, Obama capitalizó el desgaste de la política exterior de Bush, y
estando fuera del gobierno los Republicanos capitalizaron en 2010 el voto de
individuos superados, puntualmente en ese momento, por la implementación de un
sistema de salud socializado. Los primeros intentos de Obama de aprobar esta
reforma en el Congreso del país chocaron también con la resistencia de
legisladores demócratas, prueba de que la dimensión individual en los Estados
Unidos cruza todos los matices.
La captura del voto del heartland,
dejemos de lado el término tea party, en 2010 pudo realizarla el partido
Republicano con nuevos rostros, exentos de una reputación y dispuestos a
sostener consignas que no había sostenido McCain en 2008. Uno de los íconos en
este sentido fue Christine O'donnell, candidata a diputada por Delaware,
presentada en sociedad como ama de casa devenida en política, la exacta
combinación para atraer el voto del heartland
que, insisto, aunque mayoritariamente conservador, excede lo partidario.
En la convención republicana no sólo faltó la intervención de Sarah Palin,
todo un diagnóstico, sino también la de Christine O'donell o sus homólogos. Es
que ceder lugares a la base no implica riesgos cuando lo que se disputa son
bancas legislativas, es decir, piezas de un poder fragmentario. Pero la
presidencia es poder concentrado, y ni siquiera la vice-presidencia debe
exponerse. El Tea Party sirvió para
cuestionar a Obama, pero sin cuestionar el partido republicano.
El punto de divergencia al interior del partido republicano es el gasto
público, consigna entendida en los EEUU en forma diferente a lo que sucede
entre nosotros -imposible presentar el tema aquí. El crecimiento imparable del
endeudamiento del Estado federal estadounidense fue uno de los temas centrales
para el heartland, el interior
profundo, que tampoco se circunscribe a un voto rural. Al mismo tiempo,
sectores del establishment del partido pugnan por la continuidad de su país como guardián del mundo,
con el consiguiente consumo de recursos públicos. Esta disyuntiva tiene
vigencia a nivel de toda la sociedad, pero encuentra al partido demócrata
intacto a un lado de la discusión, y al republicano partido al medio. En una de
las mitades se ha movido Ron Paul, pre candidato que nunca sobreestimó sus
posibilidades y consiguió imponer su testimonio. Triunfo que, sin proponérselo,
tampoco ayuda al lucimiento de Romney.
Ron Paul dedicó cada una de sus palabras a este tema, aunque desde una
plataforma diferente a la del heartland.
Y si bien hubiera podido apelar a esta base, aunque de modo forzado, el
resultado habría sido una ruptura neta con el partido republicano que sólo lo
hubiera debilitado. Permanecer en el GOP le permitió mantenerse en
escena hasta fines de junio, articulando con su mensaje parte del reclamo del heartland. Pero Ron Paul en mi opinión
también consolidó consignas demócratas.
En efecto, su prédica sobre el alcance del Estado, tema de elevada
filosofía política que marca el nivel conceptual manejado por el electorado, la
hizo en un ida y vuelta, inescindible, con su concepción sobre relaciones
exteriores. Desde este punto Ron Paul tiene asegurada la vigencia de sus
palabras entre amplios sectores del electorado demócrata, en particular
“blancos” que dan importancia sólo secundaria a los social issues.
Este es también el perfil del electorado independiente que mueve en última
instancia el amperímetro de la elección. Los comentaristas estadounidenses
insisten con el it’s the
economy, stupid, frase de connotación difícilmente transferible
al español. Con un mínimo de objetividad, podría afirmarse que son temas
políticos de mayor vuelo los que han estado en juego en la arena pública. Y si
bien estimo el instinto del votante estadounidense, eso no significa que
sobreestime la posibilidad de que se traduzca en cambios en la distribución de
poder. No estoy tan seguro que la economía sea el tema principal. Ron Paul no
hubiera cobrado notoriedad si así fuera. El desempleo afecta más a sectores de
bajos ingresos de las minorías, ubicados en el bolsillo de Obama desde 2008 y
que, a diferencia de los votantes del heartland
con Romney, asistirán a la elección aún desempleados. Efectos dispares del voto
voluntario que merecen atención.
Podría observarse que este artículo no es del todo simétrico, porque
debería incluir un inventario de los contrastes al interior del partido Demócrata.
Pero ese no es el punto, porque el que está fuera del poder es el Republicano y
por lo tanto tiene mayor interés en conformar una opción compacta. Mitt Romney
tiene poco carisma. Pero es difícil creer que el mismo Clint Eastwood hubiera
podido sobreponerse a la propia dispersión partidaria. A primera vista,
pareciera que es gracias a los furcios de Romney que Obama necesita dedicar poco
tiempo a convencer a los estadounidenses. De alguna manera los furcios evitan
que se advierta en toda su dimensión lo que podría ser, o no, la antesala de la
desintegración del partido Republicano, o al menos la de su electorado.
Cuando estas líneas terminaban de ser redactadas, ocurría el primer debate
entre los candidatos, en mi opinión bastante opaco, salvo por un remate de
Obama, bien hacia el final. Confirmando con sus palabras la indefinición de
carácter que todos ven en él, Romney comenzó a insistir en la importancia de
sentarse a dialogar con el otro partido. Tema favorable para cualquier
presidente, ya que el cargo hace imposible no mostrar credenciales al respecto.
Pero además Obama pudo ir más allá, afirmando que el rol de un líder también es
saber decir que no. “Usted no ha sabido decir no a los sectores más extremos de
su partido”. Así, Romney, que en su closing
statement no replicó tamaña observación, quedó expuesto en su doble
vulnerabilidad, escénica y partidaria. Los titulares han dado ganador al
candidato republicano, que además de recibir ése último toque, pasó la noche
intentando convencer al electorado de que no existiría diferencia entre él y un
demócrata.
Muchas consignas de Obama son discutibles, pero surgen del verdadero
convencimiento. Romney ha contado con un fabuloso presupuesto publicitario
desde que comenzó la interna republicana. Por lo pronto no ha logrado convencer
a gran parte de su partido, y la más rutilante actuación en el próximo debate
no le acercará estos votos. Los social
conservatives serán los grandes ausentes el 6 de noviembre. Más difícil aún
será alcanzar el electorado fuera del propio redil, el que mueve el amperímetro
de la elección. El trabajo de Ron Paul está hecho, y no sólo condicionará esta
elección. El electorado estadounidense es exigente, y el escenario actual
sugiere que el alcance de la publicidad y los medios de comunicación está
primero determinado por el contenido político.
Por Marcelo E. Lascano
Septiembre de 2012