lunes, 29 de agosto de 2011

Breve semblanza de Julio Irazusta

Lo he tratado durante una treintena de años y dado que mi juicio es altamente favorable y podría ser sospechado de parcial, prefiero remitir al concepto que  expresó Tulio Halperin Donghi sobre Irazusta en una obra sobre el revisionismo histórico, precisamente una corriente historiográfica que se ubica en las antípodas de su pensamiento. En “El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”, lo considera como “El más brillante de los historiadores del revisionismo” y agrega “que la vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia…representa una continuación enriquecida más bien que una alternativa de Saldías”.

 Quienquiera haya leído Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su Correspondencia, con seguridad no compartirá la expresión, pues los siete tomos de la versión de Trivium agregan singular y actualizada información sobre Rosas y su tiempo como que, estimo, en el mundo se ha escrito más sobre el Restaurador que sobre los más encumbrados próceres patrios. Para Halperin Dongui, “La Historia de la Oligarquía Argentina” en colaboración con su hermano Rodolfo que forma parte de “La Argentina y el Imperialismo Británico” (1934), constituye un capítulo liminar en el enfoque iluminador que a partir de los treinta enriquece el estudio de nuestra historia patria.

 Una formidable formación intelectual, estudios superiores en Oxford, una intensa amistad con Benedetto Croce y George Santayana, le permitió adquirir una formación universal enriquecida por el dominio de idiomas como inglés, francés, italiano y latín. Su incorporación a la Academia Nacional de la Historia a comienzos de los setenta se consideró una merecida aunque demorada reparación frente a sus merecimientos, confirmados por una bien ganada reputación,  una gigantesca producción intelectual y una abarcadora versación humanista.

Sus obras, entre otras, sobre la Monarquía Constitucional Inglesa, Las Décadas de Tito Livio, Actores y Espectadores en la Escena Universal, ésta de paso, Premio Municipal de literatura (1937), denuncian horizontes intelectuales sin límites. La política lo acercó en su juventud al radicalismo y a mediados de los cincuenta con su hermano Rodolfo fundaron la Unión Republicana con el afán de cambiar la política argentina que denunciaba desde hacía mucho tiempo serias deficiencias e incomprensiones. Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1899 y falleció en Buenos Aires en l982 con la convicción de que las Islas Malvinas, recién recuperadas, serían incuestionable y definitivamente consideradas parte inescindible del patrimonio nacional.

Por Marcelo R. Lascano

Irazusta - La Política cenicienta del espíritu

 En este trabajo, el autor explica el fenómeno político a través de un enfoque inspirado en la filosofía tradicional, actualizada desde Platón y Aristóteles con los eslabones que se han ido agregando durante los veinticinco siglos siguientes. Nada quedó afuera. Cuestiona “el racionalismo ideológico”, porque todos los esquemas rígidos tienden a “desaprovechar las experiencias prácticas” que siempre actualizan, en direcciones razonables, el quehacer político en cada circunstancia. No propicia un enfoque inmodificable sino flexible, “deducible de la experiencia nacional”. El estudio realza la jerarquía de la “prudencia” como reaseguro contra las improvisaciones.

 Si se llegara a pensar en un enfoque conservador, irreductible, se incurriría en error, según puede deducirse de las explicaciones históricas que ilustran abundantemente la evolución de gobiernos y sistemas, sean monarquías, repúblicas, totalitarismos y regímenes de filiación marxista. Con Burke podríamos decir algo parecido a lo que se deduce del pensamiento evolucionista irazustiano. La recomendación “Conservar Reformando” de aquél, parece un criterio enriquecedor que, además, sirve para amortiguar o neutralizar improvisaciones de alto voltaje y riesgosas consecuencias.

En esa inteligencia, el autor subraya y lo confirma históricamente, la “inexistencia de un modelo universal”, vale decir, apto para cualquier circunstancia de tiempo y de lugar. Luego, “los intentos de adoptar modelos, al margen de idiosincrasias y valores culturales”, a su juicio, terminan en onerosas frustraciones que para peor, dificultan encarar procesos de recuperación rápidos y exitosos. Uno de los requisitos que asegura el éxito político duradero, con independencia de fórmulas invariables, permite deducir un binomio fácil de entender: “conducciones aptas que, además, deben responder a los requerimientos de cada particular momento”.

A partir de esa idea aparece otra observación propia. Subraya el valor de la “prudencia” y afirma que no es necesaria sabiduría, sino una “voluntad esclarecida”. Es que la inteligencia es para conocer y bienvenida, pero la voluntad es para obrar, y si la política es recta acción dirigida al servicio y bienestar de la  sociedad, se entiende la diferencia. La solidez y duración del sistema político en definitiva descansa en “la acumulación duradera de aciertos”. De allí que “son las experiencias afortunadas junto con tradiciones arraigadas”, los factores que enriquecen y extienden el encumbramiento de las naciones. Esta observación es válida para diferentes regímenes con prescindencia de los tiempos, como lo demuestran algunos giros copernicanos decididos por políticos esclarecidos, tal el caso de la nueva política económica identificada con Lenin en 1922, concebida, precisamente, para superar una crisis impredecible como consecuencia de la fractura y deposición del régimen zarista en octubre de 1917 y con fuerte arraigo en la identidad nacional rusa.

Cuando las “circunstancias históricas felices” tienden a “volverse rutinas”, entonces para nuestro autor irrumpe una suerte de “sistema colectivo”, por supuesto evolutivo y en un buen y apropiado sendero que no sólo instala la concordia, que no significa ausencia de conflictos, arbitrajes pacíficos mediante, sino también equilibrios indispensables para el progreso. En el Capítulo X, Corolarios, nuestro autor examina con excepcional rigor y generosa bibliografía las experiencias más aleccionadoras que le han servido para sentar las bases inspiradoras del libro y, hasta llega a explicar entretelones de la segunda guerra mundial que permiten enterarse, por ejemplo, de aspectos estratégicos del ingreso oportuno de los EEUU en el conflicto y de la alianza con Rusia para derrocar al régimen nazi, cuya competencia económica y potencialidad científica parecían a la sazón temibles y  amenazantes para la actual superpotencia.   

En conclusión, una obra tan inspiradora como necesaria para internarse en los meandros de la política y acceder a las reglas prácticas que parecen permanentes para afirmar el encumbramiento de las naciones. Es innecesario destacar que a lo largo de este trabajo siempre aparece, aunque implícitamente, la imagen de nuestra Argentina poco favorecida por el abuso de las transgresiones y la negación práctica de lo que en el libro se destaca como condición para generar aciertos duraderos.

Por Marcelo R. Lascano

"La Política ceniciente del espíritu" de Julio Irazusta ha sido recientemente reeditado por el Fondo Nacional de las Arte

Berlín, espejo de Alemania - Deutschlandsspiegel

Aunque tengo pendiente una crónica sobre Sevilla, probablemente la ciudad más resplandeciente del mundo, aprovecho el impulso de estar recién llegado de la energética capital de Alemania para dejar por escrito algunas impresiones sobre su paisaje y la densidad del momento histórico. 
 
Berlín, como todas las grandes capitales, es espejo y termómetro de la consolidación política del país que la rodea. Francia, con un proceso de unidad que lleva varios siglos (cinco por lo menos, si se quiere) tiene a París como muestra. Moscú, San Pablo, Nueva York y Buenos Aires, cada una con su tamaño y su proyección mundial, hablan de sus trayectorias históricas nacionales, con más o menos altibajos, pero que siempre conservaron la unidad política y territorial. No es el caso de Alemania, cuya unidad se demoró en un comienzo por mérito de Francia y Austria, y luego de la guerra fue interrumpida, una vez más, por decisión de la Unión Soviética (se acuerda señora?). Llegado el fin de la vigilancia comunista en Europa, no faltó una Margaret Thatcher que se opusiera a la reunificación, gesto con el cual diera un abrupto fin, sin el más mínimo escrúpulo, a la amistad que la unía con Helmut Kohl.
 
Berlín es hoy, de este modo, un producto de los últimos veinte años. Claro, hay restos geológicos del pasado pero, al igual que Viena (sí Viena) no tiene la prosapia de las capitales del mundo romano. En efecto, inicialmente Berlín es creación de Federico II, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, algo bastante reciente en la escala cronológica europea. Buenos Aires, en la joven América, pega el salto tan sólo un par de décadas después, de la mano de Cevallos. El siguiente impulso llega con la zollverein (unión aduanera polarizada por Prusia) de la década de 1830, y la mayor parte de la arquitectura monumental pertenece a esta etapa y las posteriores. Pero lo más destacable respecto a los grandes edificios de esta época es la atención que han recibido en estas dos últimas décadas de unidad Alemana. En efecto, la etapa actual de unidad establece un lazo con la que existió entre 1871 y la segunda guerra mundial, y lo hace mediante la meticulosa restauración de las construcciones gubernamentales e institucionales de esa época. El Reichstag, parlamento, que hasta hace 20 años había quedado arrinconado por el muro de la libertad, ha sido puesto a nuevo y es punto focal de un complejo de instalaciones de gobierno federal, todas concebidas con diseños de vanguardia. Pero el vínculo entre el presente y el pasado es aún más fuerte: se han reconstruído referentes urbano, de cero. El Hotel Adlon, a una cuadra de la Puerta de Brandemburgo, aparece hoy donde hasta hace quince años había un baldío que facilitaba la puntería de la policía socialista en dirección al muro. La escuela de Música, y el Stadtschloss, en torno al punto focal de la catedral evangélica son objeto de reconstrucción integral en su diseño original. Todos estos ejemplos están en ambos extremos de la mítica avenida Unter den Linden, reconstituída así en eje monumental central de la ciudad. Hay que sumar a esto, una espectacular renovación de toza la zona, a ambos lados de la avenida, con edificios nuevos que cuentan con locales a la calle y veredas activas. Y no podían faltar extensiones de metro que permitan el acceso a esta zona desde toda el área metropolitana de Berlín.
 
El centro de lo que fue la parte occidental “capitalista”, Kurfürstendam, pasa así a un segundo plano, al igual que  el centro de lo que fue la mitad comunista, Alexander Platz (una suerte de monoblocks dignos de nuestra Ciudad Universitaria o del urbanismo de las ciudades del Brasil). Entre el centro hoy renovado y la Kurfürstendam se ubica la Potsdamer Platz, proyecto de renovación a escala de lo que hemos visto en Puerto Madero, que comparte con éste el hecho de ser adyacente al centro histórico. 
 
La reconstrucción de Berlín inevitablemente remite a la lógica del espacio urbano preexistente. La Puerta de Brandemburgo, símbolo cortado por el muro ,por delante, es decir, con un fin fotogénico, ha recuperado su valor focal en la circulación de la ciudad por la reactivación de las funciones políticas y sociales de la ciudad, y en verdad la restauración en la puerta propiamente dicha no es de la mayor importancia. Es la propia ausencia de la mutilación cultural que significó el muro, la que ha oxigenado ésta y otras áreas de la ciudad. Por eso Berlín es muestra de los Alemanes que, a través de sus dos parlamentos, decidieron ser un solo país en 1990.
 
No puede dejar de mencionarse que, en sus memorias, Helmut Kohl se permite afirmar,  que la unidad alemana no hubuera sido posible si la ayuda de Dios (Gotteshilfe).

Por Marcelo E. Lascano