viernes, 21 de noviembre de 2014

Nuestro territorio y Obligado


Hacia comienzos de noviembre de 1845 una flota compuesta por naves militares principalmente francesas, acompañadas por otras inglesas, partió de Montevideo en dirección a la desembocadura del río Paraná. Una vez allí atacaron la isla Martín García, mientras un grupo liderado por Garibaldi atacó Gualeguaychú, Paysandú y el Salto.

Luego continuaron su marcha, deteniéndose unos días a la altura de Baradero, donde les llega información de que se había fortificado la orilla Sur a la altura de la "vuelta" del río, en Obligado, una curva pronunciada donde se angosta el cauce del Paraná.

Allí estaba Mansilla liderando los preparativos para dificultar, no otra cosa era la finalidad, el paso de la flota invasora. En efecto, esta flota invadía nuestro territorio como respuesta física a la diplomacia de Rosas, desplegada en los numerosos intercambios con los representantes de los países mencionados.

El esfuerzo del país fue exitoso, ya que, si bien las famosas cadenas no impidieron el paso, lograron hacer notar a las potencias invasoras las dificultades de navegar el río sin la anuencia del país. Resumiendo las peripecias que enumera, entre otros historiadores, José María Rosa en el tomo V de su Historia Argentina, en un ciclo que dura unos siete meses, la flota pierde numerosas embarcaciones por el fuego originado desde las orillas, queda desprestigiada ante la comunidad comercial de Montevideo, alcanza la Provincia de Corrientes, se detiene en Paraná y retorna, sufriendo nuevamente pérdidas materiales, sin ninguna otra interacción con el territorio. Los buques sobrepasan las famosas cadenas, pero no logran su objetivo, que se abandona
 en los hechos el 4 de Junio de 1846 tras el combate de "El Quebracho", que llevaría al cese de las hostilidades, con lo que termina la intervención naval anglo-francesa. El  13 de julio de 1846 Sir Samuel Tomás Hood, con plenos poderes de los gobiernos de Inglaterra y Francia, solicita a Rosas "el más honorable retiro posible de la intervención naval conjunta".

En Corrientes la flota estuvo al abrigo del General Paz, a quien, siendo culpable de crímenes, Rosas se había negado a encarcelar hacia fines de la década de 1830. Los historiadores, uruguayos en particular, han mostrado cómo Paz junto con el Brasil mantuvieron un proyecto para separar las provincias de la Mesopotamia, proyecto por el cual Florencia Varela realizó un viaje, un roadshow, por Europa.

Urquiza, como explica Beatriz Bosch en uno de sus libros, recibe a los invasores e interactúa con ellos: recibe un homenaje por el 25 de Mayo. Luego actuará en forma contrastante, reportando a Rosas los detalles de las intenciones de Paz. Amigos son los amigos.

La invasión había sido planeada con anterioridad, a tal punto que el mismo José de San Martín –cuyo genio político no era inferior al estratégico- opinó sobre las dificultades de tal expedición a poco más de un mes de iniciada la misma, en carta a Federico Dickson, comerciante inglés y cónsul de la Confederación en Londres, publicada en la prensa inglesa a comienzos de 1846 y que completa la muy conocida a su amigo Tomás Guido de octubre de 1845  (“Es inconcebible que las dos más grandes Naciones del Universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que puede cometerse contra un Estado Independiente…”).

Vicente López y Planes –sí, el autor del Himno- escribió un segundo himno para homenajear los combates de Obligado.

Las actitudes de estos dos próceres de la independencia deben ser mencionadas, ya que nuestra historiografía los presenta como piezas de decorado, más que como personas que tuvieron la oportunidad de direccionar los hechos políticos y culturales del país en momentos fundacionales. Después de escribir el Himno y después de cruzar los Andes los dos históricos de Mayo son guardados en el depósito de la utilería de las incompletas historiografías de mayor vigencia, las historiografías cómic  donde los personajes actúan sobre la base de postulados inacabados y no sobre razonamientos que valoraban la cohesión histórica del país.

Debe completarse el proceso acumulativo de nuestra historia. La conformación del territorio suele ser una variable ausente, como lo notó Daus en el prólogo del Atlas del Desarrollo territorial de la Argentina: un espacio geográfico, con antecedentes históricos de cohesión, sujetos a una comunidad política. Nótese el carácter abstracto de estas categorías, que marcan la diferencia entre el concepto de territorio y el de paisaje, siendo el segundo más amigo de la literatura que suele reemplazar la historia del país entre 1830 y 1852.  

La importancia de los hechos de 1845/6 se respalda no sólo en la gestión y autoridad de sus protagonistas sino también en quienes descollaron en la década de 1810. La labor diplomática previa y posterior de Rosas culmina con los Tratados Arana-Southern y Arana-Lepredour, que reconocen la navegación del Paraná sujeta a las leyes de la Confederación Argentina (y del río Uruguay en común con el Estado Oriental), con las implicancias obvias en materia de derecho internacional y soberanía.  

Lamentablemente para nuestro país esto no ocupa un primer plano en nuestros criterios historiográficos. Hay para todos los gustos.

Los próceres de la independencia ya eran viejos en la década de 1840, pero estaban vivos, y se manifestaron, conscientes, más que nadie, de que lo que había comenzado en 1810 aún estaba madurando. Juan Manuel de Rosas, con ellos, tuvo la claridad –en un medio cultural superficial y temeroso, excesivamente afecto a las letras- en un momento crítico de que las historia estaba dando a la Argentina la oportunidad de consolidar uno de los pilares de su organización estatal: el de la individualización del país en el plano internacional.

Por Marcelo E. Lascano