jueves, 2 de diciembre de 2010

Vuelta de Obligado y el origen de la Argentina

El proceso hacia la aparición de una nación en el espacio que hoy corresponde a la Argentina fue largo, y alcanzó dimensión política con el inicio del siglo XIX. La presentación internacional en sociedad de la Argentina tuvo varios jalones, entre ellos la expedición de Cevallos de 1776, la defensa de Buenos Aires contra los ingleses, la Revolución de Mayo y la batalla de la Vuelta de Obligado.
 
Francia Bombardeó en 1837 el puerto de Veracruz en Méjico, alegando oficialmente que unos soldados mejicanos había robado unos pasteles de una panadería propiedad de un Francés. Para Francia, la aventura en América jugó un rol propagandístico en un parlamento que buscaba afirmar el orgullo nacional.
Inglaterra, poco después, aprovecharía el amedrentamiento para intentar negociar un ventajoso tratado comercial en un contexto de debilitamiento político
Los remanentes del imperio Español se presentaron como saldos tentadores, imposible para Franceses e Ingleses creer que efectivamente en el Río de la Plata ya existía un país en construcción política. Botín fácil. No hay ningún motivo para creer que por el consenso interno de Mayo de 1810  y de 1816 las grandes potencias sencillamente daban reconocimiento a una nueva nacionalidad.
Vuelta de Obligado debe comprenderse, entonces, como parte de aquél proceso que fue la consolidación de un nuevo espacio político identitario llamado la Argentina.
Entre 1838 y 1840 Francia tomó la isla Martín García y bombardeó diferentes puntos de la costa bonaerense y de Santa Fe, transportó a Lavalle y su ejército, a las órdenes de Francia, además de bloquear el comercio. Porsteriormente continuó con esta estrategia, a lo que se sumó inglaterra.
Vuelta de obligado fue lo que permitió establecer más adelante con Inglaterra relaciones comerciales recíprocamente beneficiosas.  La generación del ´80 construyó sobre lo que dejó Rosas como encargado de las relaciones exteriores.
La batalla de la Vuelta de Obligado se entronca así en la inevitable continuidad de la historia, cosa no siempre clara en el relato discontínuo tanto de unitario-liberales como de la mayor parte del revisionismo.

Vuelta de Obligado I

Fragmento del libro de Pacho O´Donnell
 La gran epopeya
-Resistiremos hasta el fin, señor, pero será muy difícil vencerlos -opinó, prudente, el general Lucio N. Mansilla.
-¿Difícil?... imposible -replicó el Restaurador, en un tono vivaz, casi alegre.
Se venían los ingleses y los franceses, máximas potencias planetarias, con una poderosa escuadra provista del armamento más moderno: los "Peysar", primeros cañones rayados, en las naves inglesas. Las francesas contaban con el novísimo cañón-obús "Paixhans", que disparaba balas de ochenta libras. También los cohetes "Congreve" que habían demostrado su eficacia en el reciente sojuzgamiento de China.
-Se trata de una aventura comercial, Mansilla. Tenemos que hacerles la mayor cantidad posible de agujeros -Rosas hablaba con firmeza -. Para que la expedición les dé pérdidas. Esa será nuestra victoria.
Ambos sabían que Paraguay los tentaba con el algodón que las industrias británicas necesitaban para sustituir al tejano. A las potencias europeas les resultaba más cómodo atacar a las expugnables Provincias Unidas del Plata, también debilitadas por el prolongado embargo que les impidió abastecerse de armamento, que a la poderosa América del Norte.
"¡Allá los tenéis! -arengará Mansilla a sus tropas el 20 de noviembre, con el fondo de las tres gruesas cadenas que cruzan el Paraná-. ¡Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país!"
Eran 103 los barcos mercantes, de las más variadas nacionalidades, que avanzaban detrás de los navíos de guerra, relamiéndose por el botín esperado, seguros de que un país lejano, pobre y desarmado, no opondría resistencia.
El jefe de la caballería gaucha en la Vuelta de Obligado fue Facundo Quiroga (hijo) lo que, según el rosismo, demuestra que don Juan Manuel difícilmente pudo haber sido el asesino de su padre.
La invasión anglo francesa contó con el apoyo de los unitarios exiliados. También de José María Paz, gobernador de Corrientes, cuya vida Rosas y Estanislao López habían perdonado cuando su caballo fue derribado por una certera boleadora, quien apoyaba el propósito anglo francés de crear una nueva república: la de la Mesopotamia (Misiones, Corrientes, Entre Ríos y quizás Paraguay). Se sospecha que confiaba en que él sería su primer presidente.
La invasión al Río de la Plata, gracias a la heroica defensa de civiles y militares, fue un desastre militar, económico y político para Francia e Inglaterra.
Inglaterra, deseosa de terminar con el asunto envía a un negociador, el prestigioso diplomático Henri Southern. Don Juan Manuel, arrogante, se niega a recibirlo. El primer ministro lord Aberdeen protestará en la Cámara de los Pares el 22 de febrero de 1850: "Hay límites hasta para aguantar las insolencias, y esta insolencia de Rosas es lo más inaudito que ha sucedido hasta ahora a un ministro inglés. ¿Hasta cuándo hay que estar sentado en la antesala de este jefe gaucho? Habrá que esperar a que encuentre conveniente recibirle... Es una insolencia inaudita".
Finalmente, Francia e Inglaterra aceptaron su derrota y se retiraron sin imponer condiciones, disparando 21 cañonazos de desagravio y homenaje al pabellón argentino.
Alguien quedaría herido: el general Urquiza, jefe de los ejércitos de la Confederación, postergado por Rosas, quien estaba al tanto de sus conversaciones con los unitarios y con los invasores y prefirió a su cuñado, Lucio N. Mansilla.

El problema con el tránsito de carga en la Ciudad

Original de marzo de 2010

Publicado en El Cornista

La ciudad de Buenos Aires conforma uno de los nodos de transporte de carga más importantes del continente. Su infraestructura portuaria es utilizada por las cargas que demanda la propia área metropolitana, así como por un hinterland extendido hacia todo el cono sur. Este rol logístico integra la ciudad en la economía del país, a través de la provisión competitiva de servicios de transporte al comercio exterior. El crecimiento de la demanda, tanto desde nuestro territorio como desde países limítrofes, y la profundización a 36 pies del calado del canal del Río de la Plata, ya aprobada, requieren preveer las adaptaciones del transporte terrestre. La planificación de nuevas ’piezas’ de infraestructura de transporte metropolitano debe hacerse con un enfoque renovado. Y esa visión deberá tomar en cuenta dos tendencias que, espontáneamente, vienen produciendo una descentralización hacia fuera del centro de la ciudad: por un lado el crecimiento de la actividad portuaria en terminales metropolitanas en provincia, y por otro, la localización periférica de plantas industriales y logísticas.

La construcción, ya iniciada, de una terminal de contenedores en La Plata, cuyos accesos estarán diseñados ad-hoc para el tránsito pesado, será un nuevo capítulo del crecimiento portuario metropolitano, que se inició con las terminales de Dock Sud y Zárate. Existe una serie de proyectos carreteros que consolidarán este proceso de ’oxigenación’ en el tránsito de cargas. El completamiento de la autopista-avenida 27 de Febrero, sobre el límite sur de la capital, a cargo de la empresa porteña AUSA, podría ofrecer al tránsito de carga una opción atractiva para cruzar hacia el sur de la ciudad y del área metropolitana, donde aún se ubican numerosos depósitos fiscales. Este es en verdad un proceso iniciado por el tramo ya habilitado de dicho eje. La continuación de la autopista del Buen Ayre hacia el sur, y su cierre hacia la autopista La Plata-Buenos Aires agregará la capacidad para garantizar la confiabilidad de la red. Permitirá la entrada y salida de cargas sin que el tránsito pesado deba afrontar las demoras ocasionadas por los viajes al trabajo en automóvil. Este proyecto podría analizarse junto a una vinculación entre la autopista 27 de febrero y la autopista Ricchieri, a lo largo de la rectificación del río Matanza-Riachuelo.

La intensa carga vehicular que, bordeando la ciudad, transita a lo largo de la ribera norte y las avenidas Madero y Huergo, constituye uno de los problemas de transporte más visibles de Buenos Aires. Camiones, ómnibus de larga distancia y automóviles se concentran durante gran parte del día a lo largo de un corredor que constituye un eje de congestión altamente concentrada. En particular, esta ‘cinta’ de vehículos pesados cercena la integración entre el centro histórico y su expansión sobre Puerto Madero, logrado diálogo entre lo permanente y la renovación urbanística que pocas ciudades en el mundo pueden ostentar. El aumento en las opciones logísticas a lo largo de un sistema consolidado de autopistas metropolitanas permitirá replantear el planeamiento del borde ribereño central. Si esta premisa cobrara vigencia en la necesaria planificación metropolitana, muchos proyectos encontrarán sentido, otros pasarán al olvido y los usos del suelo podrán diseñarse entorno a la ribera como Buenos Aires se lo merece.


Por Marcelo E. Lascano y Martín Orduna

Una lectura sudamericana sobre el acuerdo EEUU-Colombia

Una lectura sudamericana sobre el acuerdo Colombia-EEUU

Colombia se encuentra ya en las últimas instancias de su lucha contra una guerrilla desplegada a gran escala territorial. Quizás el significado que esta guerra ha tenido para los colombianos podamos comenzar a entenderlo, nosotros los argentinos, a partir de la amplitud móvil que de a poco la llanura va incorporando en nosotros cuando atravesamos su agotadora inmensidad. Los colombianos vivieron prisioneros en sus propias ciudades durante años, al modo de una sumatoria de
perímetros restringidos. Este archipiélago era el que constituía las zonas exentas de la presencia no solicitada del poder de la pólvora clandestina. El país permaneció unido a través de la aviación comercial, tristemente estimulada a alcanzar un desarrollo extraordinario. Mis amigos Colombianos relatan en forma mucho más compleja el costo que causó la expansión territorial de un poder dispuesto a dar un sutil golpe de estado militar. Pero para presentar la gravedad de la situación inicial a quienes no lo han vivido basta el ejemplo. Y basta también para poner en contexto el reciente acuerdo entre Colombia y los EEUU, que en sentido estricto no constituye una situación novedosa, sino más bien profundiza algo existente.


De alguna manera es ahora, y no antes, que algunos países han
considerado necesario expresar reservas sobre lo que acontezca en Colombia. Los largos años de soledad de un país superando una guerra interna contrastan con el actual interés de muchos por Colombia. El dolor, lejos de suscitar solidaridad, incluso encontró complicidad financiera o logística tan sólo al otro lado de las fronteras. Ahora que comienza a entreverse la paz en el horizonte Colombia parece ser un caso relevante, cuyo desarrollo en algún plano inmaterial se proyectaría más allá de sus fronteras. Porque si, contra toda obviedad geopolítica, no se consideró que un conflicto armado pudiera encadenarse hacia otros territorios, es difícil no colocar las recientes expresiones de algunos gobiernos en el ejercicio de lo simbólico. Y si lo simbólico se encuadra en una embrionaria suma de países identificados tan sólo por la contigüidad geográfica de
aquello llamado “Sudamérica”, quedan así fijados los términos y
prioridades en los que seguirá el crecimiento de la deseada
institucionalidad sudamericana.


“The American Interest” es una publicación estadounidense sobre relaciones internacionales que no llega más allá del río Grande o, según, Bravo del Norte. Este limitado alcance le permite a Celso Amorim afirmar en un breve comentario enviado a la revista que el Brasil y los EEUU coinciden en el interés de mantener estable la región, identificando así un área con potencial para la cooperación.
Coincidiendo con la concreción de un entendimiento sobre aspectos militares a nivel sudamericano, firmado en Brasília, la observación de Amorim no puede disociarse de la aspiración de su país por un asiento en el Consejo Permanente de Seguridad de la ONU. Y a la manera en que se cierra un círculo una segunda coincidencia dirige nuestra atención nuevamente a lo simbólico. Pertenecer a un grupo de pocos en la ONU, proponer metas conjuntas mediante palabras grandes y expresar preocupación por un acuerdo que hace Colombia,
cuando una guerra no produjo más que silencios, son algunos
ejemplos del ejercicio alineado de una diplomacia simbólica.

Desde el momento en que pudo verse al paisaje de Cuzco tratando de imitar los de Ipanema en 2003, junto a un Lula pronunciando los nombres de los libertadores con un acento hasta entonces desconocido, el Brasil parece embarcado provocar la convergencia de países sobre motivos delgados y alternantes. Como si el resto del mundo careciera de capacidad para advertirlo, estas sumas sucesivas y reuniones plenarias de mandatarios parecen ser una estrategia simbólica en la
que el Brasil recibiría en mínimas dosis, aunque acumulativas, la delegación de un impreciso rol representativo.


Cabe preguntarse sobre la posibilidad de afirmar la preeminencia de lo concreto sobre lo simbólico en el desarrollo de la diplomacia.
Quienes habitamos el cono sur conocemos la frustración por los
resultados de un MERCOSUR que han quedado muy por debajo de las palabras grandes y metas de fines de los ‘80. Si Colombia no recibió ayuda de esa “Sudamérica” a la que sólo ahora parece pertenecer, y aún más, si ahora recibe llamados de atención por continuar haciendo su camino; Si los logros conjuntos a nivel bilateral o multilateral no han llegado en muchos años, las expectativas generadas por lo simbólico sólo pueden entrar en tensión con la experiencia.

Queda así habilitado una Sudamérica del plano de lo simbólico, donde el tránsito de las palabras es libre. Y así Colombia ejerce la opción de dirigirse hacia la realidad de un futuro en paz, de la mano de los resortes que la experiencia muestra eficaces. Sin duda, el sólo hecho de compartir una frontera delgada y alternante no basta para establecer instituciones regionales. Hispanoamérica, o aquellos países contenidos en la cartografía de Sudamérica, diferencia inadvertida, aún se hallan en la búsqueda de metas y reglas para proyectar en el plano político las simpatías personales que produce la identificación
cultural.

Por Marcelo E. Lascano