jueves, 3 de febrero de 2022

 3 de febrero de 1852. Dijo Ernesto Palacio, una de las mejores plumas que dio el país: "y los regímenes, como las cosas, envejecen, y eso también le pasó a Rosas". Pero sus logros quedaron intactos. Son hoy tan jóvenes como entonces.

La consolidación de la unidad política e insitucional, y por lo tanto territorial, del país, por medio de una labor epistolar y política gigantesca, que detuvo el derramamiento de sangre que había alcanzado incluso la vida de cuatro gobernadores provinciales.

La personalidad internacional de la Argentina, que luego se insertó en la economía mundial con una conciencia de sus posibilidades de grandeza labrada durante las Guerras del Paraná.

"Combatí su gobierno, lo recuerdo con disgusto" dijo Juan Bautistas Alberdi, ya revisados los errores de su juventud y amigo de Rosas luego de 1852 (citado en Gálvez, 1940).

Junto a los demás grandes hombres que protagonizaron nuestra historia, Rosas nos dejó la libertad de ejercer nuestra identidad colectiva, de entender nuestro lugar en el mundo. Aún tratándose de quien estableció las celebraciónes del 25 de Mayo y 9 de Julio, nada hubiera querido menos que reduzcamos su legado a mera conmemoración. A un recuerdo que le reste atención al presente.

Rosas nos dejó la lección de que podemos ejercer nuestra identidad política hoy, en las circunstancias de hoy.

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