viernes, 17 de agosto de 2012

Hotel Plaza en venta - Escenario del épico encuentro entre el Profesor Landormy y el Embajador Pestorejo "y" Sanabria


Ojalá Arturo Cancela estuviera vivo....

Difundida la noticia, la embajada de la República de El Salvador envió al hotel a su mejor representante para comunicar su posición. Se trataba nada más y nada menos que de intervenir en la venta del lugar donde se habían forjado gran parte, si no todos, los lazos de su país con Grecia y el desarrollo conjunto de los estudios ornitológicos del sisonte, ya sea en vasijas cretenses o en las selvas de las tierras calientes del país. La tarea estuvo a cargo del Licenciado Rómulo Arístides Errechea Valencia, hábil orador, egresado de la Academia Nacional de Filosofía y Artes de Centroamérica "Pestorejo Y Sanabria", con sede en Managua, y fundada por un primo tercero de Rubén Darío, Darío Gómez. Considerando que Nicaragua tiene tan sólo cuatro millones de habitantes, resultaba más que improbable que un nativo tuviera menor grado de parentesco con la voz de América. Allí había aprendido que una de las principales armas del discurso era la sorpresa porque, sin duda, para él la palabra era la munición en una guerra de dimes y diretes diplomáticos. Las relaciones de su país con La Argentina no pasaban su mejor momento, o no pasaban, así que cuando recibió la noticia de la venta del hotel comprendió que esta era la oportunidad para protagonizar, al menos por un día, la agenda diplomática de un país al menos 35 veces más extenso que el de su país, conquistando con su verba entonces un territorio mayor a toda Centroamérica, incluyendo las diez y siete millones de islitas que él estimaba existían en el Caribe. 

Sería una gran batalla. Luego de bajarse del 152, porque el presupuesto de la embajada era proporcional al tamaño de su país, caminó con el corazón en la garganta hasta Florida y Santa Fe. Observó la ausencia de policías, decretada algunos meses antes en la que, empero, creyó ver la mano de los Dioses favoreciendo su paso a la eternidad oratoria. Cruzó la calle y sin pedir permiso si quiera al que en ese momento pasaba el trapo, subió la escalinata. Sacó del interior de su saco diez hojas A4 dobladas en cuatro que temblaban por la emoción del momento y aclaró la garganta. Al tomar aire ingresó un bus blanco, repleto de turistas recién llegados del aeropuerto internacional. Se trataba del contingente del LXV Congreso de Odontología de la tercera edad, o al menos eso alegaban. Su mejor arma se volvió entonces en su contra. Parado en la más perfecta simetría de la entrada del hotel quedó sorprendido por la masa de personas que derramó la puertita del vehículo. "A ver vos, morocho, si me ayudás con las valijas" gritó el doorman de guante blanco, mirándolo y llenando con su voz el ambiente, con lo cual en forma instantánea se convirtió, antes de leer su discurso, en el centro de atención para todos los presentes. "Esta es la mía", pensó el conductor del bus que abrió los baúles laterales del bus y, a modo de transmisión de autoridad dijo al licenciado "pediles el numerito y que coincida porque si no después se nos arma kilombo con la empresa", tras lo cual volvió al bus para mirarlo de reojo por el retrovisor. Antes de que pudiera aclarar su nombre, licenciatura, alto rol diplomático y eximia ocasión que lo traía por allí, fue conminado por un turista a asumir el inesperado rol. "Mines are those blue", le dijo sosteniendo dos numeritos en la mano. Creyendo ver en la adversidad la oportunidad para hacer un poco propio del lobby del hotel, Rómulo Arístides Errechea Valencia se ocupó de descargar ciento veintitrés valijas para despejar cuanto antes el lugar y así poder pronunciar cuando antes su discurso. No fue una tarea fácil, ya que con una mano sostenía las hojas A4 y las propinas, y con la otra juntaba los numeritos como quien conserva orgulloso los jalones de una exitosa carrera . 

Al terminar había cosechado algunos dólares y más que palabras o palabritas, los numeritos, lo cual de alguna manera lo reconcilió con la matemática que siempre le había sido esquiva. El bus se fue, y antes de que pudiera retomar el podio, el dooorman de guantes blancos se dirigió nuevamente a él. "Bueno, listo, ahora rajá de nuevo para la plaza que si ve el gerente ve que no me estoy ocupando de las valijas me rajan a mí. Y no le digas a tus amigos con los que te juntás en el ombú, que si no se me llena el boliche de gente mal vestida y traspirada. Vía. Chau, si querés volvete a las cuatro que llega otro grupo". Rómulo quedó así parado en la vereda, lleno de palabras en su corazón y numeritos en la mano."Bueno, por lo menos los billetitos los cambio y me vuelvo en taxi". Pero ése también sería su fracaso. Sin contar con una copia del pasaje a San Salvador, a donde viajaba en unas semanas, no pudo cambiar los dólares que le habían dejado algunos de los integrantes del LXV Congreso de Odontología de la tercera edad. El 152 fue nuevamente testigo de los intentos de vivificar la relaciones con nuestro país acometidas por la República de El Salvador, país de largo nombre y poco territorio. Rómulo Arístides Errechea Valencia intento replicar esta misma paradoja. Llenar de palabras un pequeño territorio. Y Fracasó. El hotel fue vendido, y ni siquiera una placa recuerda hoy el acta firmada por su predecesor, el Licenciado Pestorejo y Sanabría, y el Dr. Abel Du Bois Landormy, la bella durmiente del bosque, piedra basal de los estudios binacionales en ornitología supuestamente conducidos entre ambos países.

Por Marcelo E. Lascano

No hay comentarios:

Publicar un comentario