lunes, 29 de agosto de 2011

Berlín, espejo de Alemania - Deutschlandsspiegel

Aunque tengo pendiente una crónica sobre Sevilla, probablemente la ciudad más resplandeciente del mundo, aprovecho el impulso de estar recién llegado de la energética capital de Alemania para dejar por escrito algunas impresiones sobre su paisaje y la densidad del momento histórico. 
 
Berlín, como todas las grandes capitales, es espejo y termómetro de la consolidación política del país que la rodea. Francia, con un proceso de unidad que lleva varios siglos (cinco por lo menos, si se quiere) tiene a París como muestra. Moscú, San Pablo, Nueva York y Buenos Aires, cada una con su tamaño y su proyección mundial, hablan de sus trayectorias históricas nacionales, con más o menos altibajos, pero que siempre conservaron la unidad política y territorial. No es el caso de Alemania, cuya unidad se demoró en un comienzo por mérito de Francia y Austria, y luego de la guerra fue interrumpida, una vez más, por decisión de la Unión Soviética (se acuerda señora?). Llegado el fin de la vigilancia comunista en Europa, no faltó una Margaret Thatcher que se opusiera a la reunificación, gesto con el cual diera un abrupto fin, sin el más mínimo escrúpulo, a la amistad que la unía con Helmut Kohl.
 
Berlín es hoy, de este modo, un producto de los últimos veinte años. Claro, hay restos geológicos del pasado pero, al igual que Viena (sí Viena) no tiene la prosapia de las capitales del mundo romano. En efecto, inicialmente Berlín es creación de Federico II, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, algo bastante reciente en la escala cronológica europea. Buenos Aires, en la joven América, pega el salto tan sólo un par de décadas después, de la mano de Cevallos. El siguiente impulso llega con la zollverein (unión aduanera polarizada por Prusia) de la década de 1830, y la mayor parte de la arquitectura monumental pertenece a esta etapa y las posteriores. Pero lo más destacable respecto a los grandes edificios de esta época es la atención que han recibido en estas dos últimas décadas de unidad Alemana. En efecto, la etapa actual de unidad establece un lazo con la que existió entre 1871 y la segunda guerra mundial, y lo hace mediante la meticulosa restauración de las construcciones gubernamentales e institucionales de esa época. El Reichstag, parlamento, que hasta hace 20 años había quedado arrinconado por el muro de la libertad, ha sido puesto a nuevo y es punto focal de un complejo de instalaciones de gobierno federal, todas concebidas con diseños de vanguardia. Pero el vínculo entre el presente y el pasado es aún más fuerte: se han reconstruído referentes urbano, de cero. El Hotel Adlon, a una cuadra de la Puerta de Brandemburgo, aparece hoy donde hasta hace quince años había un baldío que facilitaba la puntería de la policía socialista en dirección al muro. La escuela de Música, y el Stadtschloss, en torno al punto focal de la catedral evangélica son objeto de reconstrucción integral en su diseño original. Todos estos ejemplos están en ambos extremos de la mítica avenida Unter den Linden, reconstituída así en eje monumental central de la ciudad. Hay que sumar a esto, una espectacular renovación de toza la zona, a ambos lados de la avenida, con edificios nuevos que cuentan con locales a la calle y veredas activas. Y no podían faltar extensiones de metro que permitan el acceso a esta zona desde toda el área metropolitana de Berlín.
 
El centro de lo que fue la parte occidental “capitalista”, Kurfürstendam, pasa así a un segundo plano, al igual que  el centro de lo que fue la mitad comunista, Alexander Platz (una suerte de monoblocks dignos de nuestra Ciudad Universitaria o del urbanismo de las ciudades del Brasil). Entre el centro hoy renovado y la Kurfürstendam se ubica la Potsdamer Platz, proyecto de renovación a escala de lo que hemos visto en Puerto Madero, que comparte con éste el hecho de ser adyacente al centro histórico. 
 
La reconstrucción de Berlín inevitablemente remite a la lógica del espacio urbano preexistente. La Puerta de Brandemburgo, símbolo cortado por el muro ,por delante, es decir, con un fin fotogénico, ha recuperado su valor focal en la circulación de la ciudad por la reactivación de las funciones políticas y sociales de la ciudad, y en verdad la restauración en la puerta propiamente dicha no es de la mayor importancia. Es la propia ausencia de la mutilación cultural que significó el muro, la que ha oxigenado ésta y otras áreas de la ciudad. Por eso Berlín es muestra de los Alemanes que, a través de sus dos parlamentos, decidieron ser un solo país en 1990.
 
No puede dejar de mencionarse que, en sus memorias, Helmut Kohl se permite afirmar,  que la unidad alemana no hubuera sido posible si la ayuda de Dios (Gotteshilfe).

Por Marcelo E. Lascano

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